El poeta en sus islas

Por Fernando Alarriba

*Un agradecimiento especial a Susana Robles. Todas las fotografías utilizadas en este artículo son de su autoría.

En los últimos años la vida y obra del poeta Margarito Cuéllar se han movido a través de un mapa fascinante que incluye a Monterrey, China, Ecuador, Colombia, España, Mazatlán…

Margarito Cuéllar.

Desde hace 16 años la “Sultana del Norte” ha sido su hogar, el lugar desde el que traza sus prolíficas aventuras artísticas; China, Ecuador, Colombia y España son algunos de los países que lo han reconocido por su obra literaria y en los que ha expandido sus visiones sobre el quehacer poético. Sin embargo, es en la “Perla del Pacífico” donde Cuéllar decidió echar nuevas raíces.

“No conocía Mazatlán y yo y mi mujer, Susy, pusimos una cita aquí, todavía no nos casábamos, ella viaja de La Paz en Ferry y yo viajé en autobús desde Guadalajara. Encontré algo más bien parecido a lo que había vivido en mi infancia y sobre todo en mi adolescencia en Tamaulipas, en el puerto de Tampico, y como ese era mi referente de la adolescencia me sentí identificado de inmediato con esta ciudad un tanto caótica, un tanto desordenada en algunos aspectos, pero con un malecón increíble, con unos amaneceres y atardeceres fabulosos, únicos para mí, y eso fue lo que me cautivó desde hace seis años. A partir de allí empecé a ir, no muy seguido, pero sí surgió la idea de crear una raíz por allá y así, entre una vuelta y otra llegamos como turistas a la Isla de la piedra y allí colocamos una primera piedra”.

La ciudad es el malecón, la mitología literaria grabada en los muros del Viejo Mazatlán, el bullicio de un puerto que baila y bebe a toda hora; la isla es la pesca, los zancudos, acostarse en una hamaca, platicar con la gente, recorrer sus caminos, dormir y despertar con la música del mar y los prodigios del cielo.

“Yo siento que hay contrastes y claroscuros, el mismo clima de un calor de mar te convierte en líquido, eso te hace sumergirte al mar. Las pulmonías, que eran algo para mí totalmente nuevo, eso sólo puede suceder en una costa, en un lugar como Mazatlán; las mujeres muy bonitas, sin mucha ropa, porque el calor hace que la ropa te estorbe. En la isla tienes el mar día y noche, puedes ir temprano a la salida del sol, por la tarde a su partida y esos colores entre naranja y rojos fulminantes que tienen tanto Mazatlán como la isla, eso en Monterrey no lo encuentras, en el norte es un paisaje totalmente distinto y es como transportarse y asimilar el entorno, lo vas haciendo tuyo de alguna manera, lo vas haciendo parte de tu memoria. Así veo las cosas todavía, no deja de ser una mirada de turista, de extranjero, pero que se siente cada vez más confortable en esa amistad marítima y urbana”. 

Un escriba dibuja Mazatlán

Naturalmente, Margarito Cuéllar ha decantado sus impresiones mazatlecas en poemas que se han integrado en el libro “El canto del escriba”, una obra inédita, marcada por sus encuentros con la filosofía y el arte del lejano oriente.  

“Llevo trabajándolo desde hace tres años y tiene que ver con la escritura, con la caligrafía, con la poesía como caligrafía; y tiene que ver también con los escribas de la antigüedad, hago un vínculo medio raro entre la escritura del pasado y la del presente a través de los poemas, como si los poemas fueran dibujos, esto a partir de un concepto de Paul Klee en el que escribir es dibujar. No es un libro paisajista pero sí tiene que ver mucho con la mirada y con la exploración de los sentidos partiendo de la cultura oriental, sobre todo japonesa y china, en el sentido de la extensión de la mirada y de encontrar belleza en aquellos elementos u objetos que, pareciera, no los contienen. Estamos con el canon occidental de que la belleza está en ciertos aspectos  y el canon oriental nos enseña que puedes encontrar esto en el hueco de un árbol, en la formación de una planta, en las cuarteaduras de una pared curtida por la lluvia, por el tiempo; en la misma mirada de las personas, en los objetos y yo creo que todo eso lo puedes encontrar en cualquier ciudad, pero finalmente el hecho de que el libro esté ambientado allá, y de que yo dirija una mirada más bien desde oriente que de occidente a Mazatlán me sumerge en una atmósfera que me cautiva y me da gusto hacer esos trazos”, comparte el escritor que ya cuenta con otras obras ligadas a Sinaloa: “Cuaderno para celebrar” fue publicado en el año 2000 por la Universidad Autónoma de Sinaloa y en 2018 el Instituto Sinaloense de Cultura publicó su poemario “Teoría de la belleza”.

Su libro “El canto del escriba” (inédito) está inspirado en las atmósferas de Mazatlán.

En las aguas de la historia

Por si fuera poco, para el autor de “Las edades felices” Mazatlán también ha significado un encuentro con otras islas: los trabajos que José Juan Tablada (pionero en el acercamiento de Hispanoamérica con la poesía oriental) realizó durante su breve estancia en Mazatlán a finales del siglo 19; crónicas de viajeros que estuvieron en el puerto y la novela “Tu nombre chino”, obra que explora y juega con el tiempo en el que Mazatlán contó con una importante colonia china.

“La novela de Juan Esmerio está ubicada totalmente allá y me transportó a un Mazatlán que no conocía, de otro siglo, y eso me parece casi mágico; es una novela que vale la pena leer y sumergirse en sus páginas. Descubrir esa novela fue otro hallazgo, porque entonces no se da sólo el hallazgo ni el enamoramiento por lo que vas encontrando en los paisajes, sino por lo que encuentras también en los libros. He estado leyendo también la historia de Mazatlán, documentos que le dan su carácter fundacional, no me voy a hacer cronista de Mazatlán, pero sí me gusta saber qué había en este lugar, qué había en el malecón, en su mercado, cómo serían los viajes de los que llegaban de otras latitudes… faltaría hacer una compilación de la visión de extranjeros sobre Mazatlán, eso me interesaría mucho, la mirada extranjera en otro momento en el que Mazatlán era definitivamente otro. Como que cada vez vas metiendo más los pies en el agua, en términos metafóricos, en el agua de la playa y en el agua de la cultura de esta parte de Sinaloa”.

“Ya no puede haber aislamiento”

Todo esto lleva a Margarito Cuéllar a reflexionar sobre el papel que la “Perla del Pacífico” tiene en el mapa cultural del México de hoy, una presencia que, históricamente, se ha visto limitada a su carácter de destino turístico y a su famoso Carnaval, pero que para el escritor tiene un alcance mucho mayor y que tuvo oportunidad de vislumbrar por primera vez en2015, cuando fue parte de un Diplomado de Narrativa Contemporánea que ofreció el Instituto de Cultura de Mazatlán. 

“En las convocatorias nacionales vemos allí a veces los nombres de mazatlecos y eso siempre da gusto; hay algunos narradores, de la gente que estuvo en el diplomado, que han estado destacando también, entonces yo creo que hay que seguirle insistiendo, es una cuestión de apostar y seguir insistiendo, ya no puede haber aislamiento. Yo creo que habría que estar con la mira en una proyección nacional, a nivel municipal y desde el mismo estado, poner la mira a nivel nacional: entender que ya no eres un puerto, no eres una pequeña isla, sino una ciudad con características específicas, que tienes una gastronomía única que es parte de la gastronomía nacional. No es una ciudad cara, tiene uno de los malecones más grandes del mundo y creo que explorar la parte turística, vinculada a lo cultural y lo educativo, sería fundamental. Yo veo que los jóvenes están muy identificados con su identidad y eso me gusta, y si tienes una identidad y una riqueza ambiental, con recursos naturales, eso es favorable para el enriquecimiento de una cultura a nivel nacional, que sí lo hay con los carnavales, con la gente que va a la playa y al centro, pero hace falta dar un empuje. Yo veo un potencial que sí se desarrolla, pero hace falta más”.

Consciente de que su relación con Mazatlán apenas comienza, de que hay caminos y escenarios por descubrir (entre ellos, afirma Margarito Cuéllar, un recorrido por las cantinas del Centro) el poeta escucha el mar desde sus islas: Monterrey, Mazatlán, la Isla de la Piedra y el continente de su imaginación en donde todo se hermana, y crece. 

Margarito Cuéllar. Nació en 1956 en Ciudad del Maíz, San Luis Potosí. Dirigió la revista Armas y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León y el Centro de Escritores de Nuevo León. Coordina las actividades literarias en la Secretaría de Extensión y Cultura de la Universidad Autónoma de Nuevo León y es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Artes en el área de letras.

Es autor de libros como “Estas calles de abril”, “Saga del inmigrante”, “Las edades terrestres”, “Moléculas en movimiento vibratorio alrededor de una posición de equilibrio” o “Cantos para el único brazo de Blaise Cendrars”. 

Con “Las edades felices” obtuvo en 2014 el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer para obra publicada. En 2019 ganó el Premio de Poesía Kaqiu – Pen Warren de China. En ese mismo año su libro “Teoría de la belleza” fue ganador del Certamen Hispanoamericano Festival de la Lira (Cuenca, Ecuador) y en octubre de 2020 su libro “Nadie, salvo el mundo”, obtuvo el Premio Hispanoamericano Juan Ramón Jiménez (Huelva, España).

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